martes, 2 de noviembre de 2021

MORPHOSIS

LAS MAQUETAS DE MORPHOSIS

Sin lugar a dudas, Morphosis significó un salto importante en la manera de presentar las ideas en arquitectura hacia los años ´80 y ´90. Por otro lado, su apuesta por una arquitectura “deconstruida”, reaccionaria e incluso ecléctica, también causó fuerte impacto en las maneras más convencionales de ver, hacer y comprender la disciplina, tanto en lo académico como en lo profesional.


Este equipo estadounidense fundado en 1971 por dos arquitectos y profesores (Thom Mayne y Michael Rotondi) marcó un antes y un después al demostrar la importancia en lo relativo a la calidad de la comunicación en la arquitectura, valiéndose de un muy minucioso manejo de lo gráfico y del modelo tridimensional como puntas de lanza.

Lejos de la distancia que pudimos haber tenido en aquel momento, incluso hoy, con sus planteamientos arquitectónicos; no es posible deslindarse del fenómeno de interés y seducción que produjo en la escuela y en muchas oficinas: la representación “artística” de una idea. Posiblemente, aquel constante vínculo con el arte y la carrera de diseño gráfico, fueron decisivos y necesarios en nuestro caso para acercarnos y comprender muchas de las cosas que allí se planteaban como una integración con la arquitectura.

En cuanto al tema específico de las maquetas, existen varios aportes sustanciales referidos a la expresión de un nuevo lenguaje compositivo y plástico. En primer lugar, eran poseedores de una estética muy personal que introducía el tema de las texturas y el color sin ningún pudor, estrechando en cada puesta en escena vínculos con el diseño gráfico, industrial, la escultura o la pintura. En sus trabajos existe un estudio cromático de alto nivel. Por otro lado, Morphosis hacía énfasis particular en mostrarnos cómo era posible materializar lo relativo al pensamiento, o a las ideas en abstracto, produciendo modelos físicos, unas piezas muy concretas y tangibles, derivadas de un sistemático análisis y un proceso de síntesis. El tema del “caos en orden” o quizá “el orden del caos” era un constante mensaje subliminal que se podía percibir en unos modelos transgresores pero rigurosamente controlados y balanceados.



Otro de los aspectos significativos durante este periodo la arquitectura de Morphosis -que inicia con su fundación y pienso que merma con la salida de Rotondi en 1991- tuvo que ver con el planteamiento de la representación de una visión simultánea del objeto en cuestión y todo lo que ello implica. Esa suerte de “cubismo arquitectónico” que ofrecían las maquetas mediante diversas lecturas, apoyadas en unas geometrías muy precisas, que generaban volumen, sección y planta, todo en una misma pieza, y finalmente al ser “alteradas” mediante su desmontaje, su separación o cuando sus partes eran desplazadas, etc., terminaban convirtiendo dicha operación en posibilidades y miradas para el trabajo. Es decir, no sólo las maneras de “hacer” generaban nuevas ideas, sino que al “deshacer” también se propiciaban contextos sugerentes muy distintos.

La idea de concebir la maqueta como una pieza escultórica, suspendida, inacabada, fraccionada pero en un entorno “unitario” y, en algunos casos, desnuda o desprovista de un acabado final, también tuvo que ver con esa idea ecléctica de presentar, como un todo, aquella reinterpretación de fragmentos del pasado y de un presente reaccionario y complejo, ambigüo e irónico, que parecía no necesitar tener las cosas claras. Era posiblemente, una respuesta irreverente a aquella racionalidad dogmática y predecible claridad geométrica de la modernidad, una actitud ésta muy en boga por aquellos años donde se transitaba por una, quizá frágil, tendencia postmodernista.




Ante este importante legado, y valorando todo lo que significó este salto en la producción del modelo como una herramienta para trabajar y transmitir las ideas, nace nuestra inquietud por rescatar estos aportes del pasado. Hemos realizado una minuciosa selección de algunos trabajos de maquetas que van desde 1973 hasta 1993 por considerarlos significativos, sobre todo para las nuevas generaciones de estudiantes de arquitectura. Luego de pasados varios años, podríamos afirmar que estos son los veinte años más sólidos de la obra de Morphosis en cuanto a continuidad, búsquedas y propuestas en el ámbito de los modelos tridimensionales en físico. El tema de la representación gráfica de aquellos años, igualmente especulativa, innovadora y sugerente, así como su propuesta de arquitectura, con toda seguridad podrían ser motivo de un apartado especial cada uno.

Víctor Sánchez Taffur



























Recopilación teórica y fotográfica _ Arq. Nicolás Andrés Degiovanni






martes, 12 de octubre de 2021

GILBERT GARCIN

"EXISTENCE IS ELSEWHERE"

Gilbert Garcin (La Ciotat, 1929) se pasó cuatro décadas regentando una pequeña empresa de lámparas en Marsella y en 1995, como si de una evolución lógica se tratara, pasó de vender luz a crear con ella. Este nonagenario francés se acercó a la fotografía huyendo de las aburridas rutinas que observaba en los jubilados de su entorno y pese a que su relación anterior con la fotografía no iba más allá de las típicas instantáneas familiares, con esta carrera tardía se ha convertido en uno de los fotógrafos contemporáneos más importantes. Garcin siempre estuvo interesado en el arte y, según él mismo ha afirmado, las ideas e imágenes que ahora plasma en la fotografía llevaban muchos años en su cabeza pero le faltaba el tiempo y la inspiración para sacarlas al exterior. Esa necesaria chispa surgió en un taller dirigido por Pascal Dolémieux al que asistió en el prestigioso festival fotográfico de Les Rencontres d’Arles, y fue a partir de ese momento que despegó una carrera que le ha llevado a publicar varios libros y exponer su trabajo por todo el mundo.

En la obra de Garcin se dan cita muy diversas técnicas y fuentes de inspiración pero tiene una coherencia temática y estética fuera de toda duda, entre otras cosas por el omnipresente protagonista de sus imágenes, Mr. G, que funciona de algún modo de alter ego e hilo conductor en sus fotografías. Este curioso personaje no es otro que el propio Gilbert Garcin ataviado con una gabardina en una evidente referencia a René Magritte y al inmortal Monsieur Hulot de Jacques Tati. Garcin construye artesanalmente sus imágenes fotografiándose a sí mismo en su personalidad de Mr. G –y a veces también junto a su esposa- y situando posteriormente esa imagen recortada en espacios y situaciones creados también por él, que por último ilumina y fotografía. Las maquetas, el diorama o el collage se funden con el surrealismo, las referencias mitológicas o la filosofía en sugerentes fotografías cuya narrativa interna conduce al observador por múltiples caminos de lectura e interpretación.

Una de las grandes virtudes de la obra de Garcin es que invita al espectador a reflexionar sobre aspectos complejos de la vida o el pensamiento pero al mismo tiempo son muy universales y accesibles a todo tipo de público, probablemente gracias a la limpieza, sencillez y ausencia de artificios de las imágenes propuestas. En este sentido puede asemejarse al efecto producido por el español Chema Madoz en aquellos que observan sus fotografías, consiguiendo una cierta mezcla de sensaciones que van desde la sorpresa por la originalidad de las imágenes pero que simultáneamente resultan perfectamente comprensibles, pudiendo llegar incluso a resultar familiares, dentro de su extraña lógica.

Las surrealistas escenas compuestas por Gilbert Garcin destilan un sentido del humor, a veces algo amargo, en la línea del ya mencionado Tati o de Chaplin pero lejos de ser banales abordan complejas reflexiones sobre la identidad, la manipulación de las masas, el vacío existencial, el absurdo o el destino, dando cabida a referencias al pensamiento de Sartre o a mitos clásicos como los de Sísifo o Ariadna. Precisamente una de las grandes virtudes de este autor es conseguir dotar de naturalidad a la unión de referentes cultos y populares trasladando de ese modo esa amplitud de mirada al público al que se dirige.

Para finalizar cabe preguntarse, aunque la respuesta puede resultar obvia, si la obra de Gilbert Garcin hubiera sido la misma en el caso de haber tenido una carrera “normal” en términos temporales o, por el contrario, la avanzada edad con la que se inició y la experiencia vital acumulada durante toda su vida han influido decisivamente y posiblemente mejorado su trabajo tanto conceptual como técnicamente.